"¿Nacerá una nación de una vez?... (14 de mayo de 1948)" (Is. 66:8).
Dios los bendiga, mis hermanos. Estamos celebrando juntamente con el pueblo Judío, el 73 Aniversario del Estado de Israel, sólo que para entender y celebrar este acontecimiento, necesariamente se tiene que explicar desde un poco antes de su nacimiento (del Estado Israelita), dado que son acontecimientos que marcaron la historia y los corazones del mundo entero, y conviene refrescarlos en nuestra memoria.
Extracto del libro “La Historia del Moderno Estado de Israel”, por el pastor Efraim Valverde, Sr.
«“Israel es Mi hijo, Mi primogénito (dice el Señor)...” (Éx. 4:22).
Dada la prominencia que ha ocupado por milenios el pueblo Judío en el curso de la historia de la humanidad, y mayormente entre el pueblo llamado también de Dios, como lo es la Iglesia, lo que se puede decir o escribir sobre el presente tema es inagotable. Desde el preciso momento en que esta prominencia ha sido establecida por el mismo Creador, nada ni nadie puede hacerla menguar, ni mucho menos evitarla.
El mismo Hacedor del universo se autodenomina muchas veces en las páginas del Libro Santo, la Biblia, como “el Santo de Israel” (Is. 41:14. 43:10). El solo hecho de que Dios honre al pueblo Judío con semejante distintivo, como no lo hace con ninguna otra raza o nación en lo particular, es más que suficiente para que este pueblo escogido sea diferente que todos.
Los que por Dios nos ha sido dado el vivir en la última mitad del siglo XX, hemos sido testigos del supremo cumplimiento profético de los últimos tiempos. Hemos visto el increíble retorno del pueblo esparcido a la Tierra Santa, y el maravilloso nacimiento del moderno Estado de Israel. Estamos experimentando hoy el fin del tiempo de los Gentiles, el fin del tiempo de la Iglesia, el fin de la era de la Gracia, el tiempo en que la Segunda Venida del Señor es inminente.
LA MUJER VESTIDA DEL SOL
“Y una grande señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando preñada, clamaba con dolores de parto, y sufría tormento por parir” (Ap. 12:1-17).
La Iglesia fiel es simbolizada por una hermosa mujer en el Cantar de los Cantares y como una virgen pura en Efesios 5:27 y 2 Corintios 11:2. La iglesia apóstata es, por su parte, también simbolizada como una mujer en Apocalipsis 17. A Israel y a la misma Jerusalem, se les describe en el Antiguo Testamento muchas veces con el simbolismo de una esposa, de una mujer. Es esta entonces, la clave que Dios mismo nos da para que entendamos que “la mujer” simbólica de nuestro tema es un pueblo, y ese pueblo es nada menos que la raza Judía, puesto que está vestida con una gloria que no se le puede aplicar a ninguna otra raza fuera de Israel. Una gloria que Dios ha querido darle a esta raza, que no está basada en los méritos de sus integrantes, mas en la voluntad absoluta del Todopoderoso, y que por lo tanto, no puede quitársela nadie. Ni aun ellos mismos pueden negarla, ni evadir el pagar el precio que ha requerido el hecho de ser depositarios de tan grande privilegio divino.
El vestido de la mujer está descrito muy claramente en el segundo sueño de José, el hijo de Jacob (Gn. 37:9-10), pues allí están los simbolismos de gloria: el sol, la luna y las estrellas. Once que vio José en su sueño y con él son doce, o sea el número de las tribus que formaron, a su vez, la nación Israelita, a cuyos integrantes se refiere el apóstol Pablo cuando dice: “Que son Israelitas, de los cuales es (hasta hoy) la adopción, y LA GLORIA, y el pacto, y la data de la ley, y el culto, y las promesas” (Rom. 9:4). El Señor mismo, hablando con la mujer samaritana, hace esta tremenda declaración: “PORQUE LA SALUD (salvación) VIENE DE LOS Judíos” (Jn. 4:22).
Antes de entrar en detalle con este aspecto del tema, deseo hacer patente en forma resumida y concreta, la declaración del mismo: El dolor tormentoso de “la mujer” (la raza Judía), tuvo su cumplimiento en el siglo de “la última generación” (Mt. 24:34) o sea el siglo XX, con la horripilante masacre conocida actualmente como EL HOLOCAUSTO, donde más de 6 millones de Judíos fueron llevados al suplicio y a la muerte en el periodo de unos 6 años, por el único delito de ser miembros de esa raza que Dios ha querido distinguir.
Una de las operaciones muy favoritas del anticristo, que es Satanás, “el dios de este siglo” (2 Cor. 4:4), ha sido el fomentar ya por casi cuatro mil años, el espíritu del antisemitismo. Lo hizo desde el principio del pueblo Hebreo en Egipto, usando al faraón que “no conoció a José” (Éx. 1:8); y lo ha hecho sin cesar hasta el presente día usando a diferentes vasos y a diferentes razas. Pero su operación suprema fue consumada por instrumentalidad de la Alemania Nazi en el preludio y, durante el curso de la Segunda Guerra Mundial del año 1939 al año 1945, cuando al mando de Adolfo Hitler, las huestes nazis y sus aliados llevaron a cabo una matanza humana sistemática jamás efectuada en la historia del hombre.
Cabe aquí el advertir que, para quienes no conocen bien o cuando menos en buena parte, los acontecimientos del Holocausto, va a ser difícil que puedan aceptar lo aquí escrito, puesto que la actitud de incredulidad, de disimulo y aun de negación en lo que se relaciona al sufrimiento del pueblo Judío, es precisamente parte de la operación del espíritu del antisemitismo. Por cierto que, el diablo se ha esforzado bastante usando todos los medios posibles a su alcance, para desacreditar la veracidad de los macabros acontecimientos del Holocausto, pero es imposible negar la realidad histórica y más aún el borrarla. Y esta prevalece, cual un permanente fantasma acusador para la presente generación y de una manera más particular y directa para la nación alemana.
Para los cristianos verdaderos, no tiene ninguna contrariedad el hecho de que el pueblo Hebreo ha sido escogido por el Creador para que Él se revele a la humanidad, por los últimos cuatro milenios. Pues, acéptelo o no el mundo, ha sido a este pueblo al que Dios ha usado como instrumento y depositario, para darnos a los hombres el Libro de los libros. Tanto el Antiguo Testamento antes de la Iglesia, como el Nuevo Testamento en el tiempo de la Gracia, cuando la salvación para todas las razas humanas nos ha venido por conducto de los Judíos, mencionando primeramente al Señor Jesús, pues cuando Él se manifestó en carne vino en semblanza y apariencia del pueblo Judío, y siguiendo con Sus apóstoles.
Creo, pues, que es suficiente con lo dicho para comprobar la declaración hecha de que “la mujer” vestida de gloria es la nación Judía. Pasemos por tanto, ahora,
a considerar el significado tremendo del dolor de parto de “la mujer”, pues se nos dice que, “sufría tormento por parir” (Ap. 12:2).
EL HOLOCAUSTO
No es ningún secreto para los historiadores seculares, el hecho ya antes mencionado, de que el Holocausto es un acontecimiento único en los anales de la historia humana. Nunca, en ningún tiempo ni en ninguna nación o raza, se había consumado un hecho que de tan macabro es aun increíble, en el que de una sola raza se masacraran, en el breve periodo de aproximadamente seis años, la cifra astronómica de seis millones de sus miembros. Es, por tanto, de suma importancia, para poder entender y aceptar el significado del simbolismo que nos ocupa, que tengamos en mente el hecho de que este acontecimiento es ÚNICO, repito, en los anales de la historia del hombre.
No es posible narrar aquí todos los detalles del Holocausto, pues para ello necesitaríamos escribir toda una enciclopedia. Lo único que puedo hacer en esta ocasión, es recomendar a mi estimado lector que procure familiarizarse con los muchos libros y otros medios informativos que hay preparados al respecto; inclusive, los innumerables comentarios en que los historiadores eruditos, tanto Judíos como gentiles, hacen la pregunta para la cual no encuentran respuesta: “¿Cómo es posible que en pleno siglo de las luces, de la ciencia, de la civilización presente, en una raza tan distinguida y educada como lo es la raza alemana, haya acontecido algo semejante?”. La única y conclusiva respuesta es que la Palabra de Dios tenía que cumplirse, y “la mujer” simbólica que miró el apóstol Juan (la raza Judía) tenía que pasar por los dolores de parto y aun sufrir tormento, para dar a luz al “hijo varón” que está llamado para gobernar a las naciones de la tierra: NACIÓ ISRAEL (Ap. 12:1-5).
El reportero alemán, Teho Sommer, editor en jefe del Diario Die Zeit, de Hambur, Alemania, y contribuidor de la revista Newsweek Internacional, en un artículo publicado en la misma, con la fecha del 18 de mayo, bajo un encabezado que lee: “¿NUNCA SEREMOS NOSOTROS PERDONADOS?”, el editor cita esta pregunta hecha por la nación alemana en relación a la culpabilidad que siente esa raza respecto al Holocausto, y en el primer párrafo del escrito se lee lo siguiente:
“El lugar propio para cualquier extranjero para que principie su visita a Israel, es Yad Vashem, el parque memorial Judío que está en una de las hermosas y muy visitadas lomas que rodean Jerusalem. Es un horrible y sacudidor recuerdo del Holocausto, sin el cual el Estado de Israel probablemente hubiera permanecido solamente como un sueño sionista. Seis millones de judíos asesinados por la máquina exterminadora de Hitler, cientos de miles de sobrevivientes buscando la seguridad de un hogar nacional -esto fue, en su mayor parte-, lo que dio a Israel su existencia. La más cruel persecución en la historia de la humanidad, dio nacimiento al Estado Judío...”.
La Segunda Guerra Mundial terminó completamente con la explosión de la primera bomba atómica y con la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945, firmando el acta el 2 de septiembre del mismo año (pues la Alemania Nazi ya había sido derrotada por las fuerzas Aliadas el 7 de mayo de 1945). Con la finalización de la guerra, terminó “el dolor de parto de la mujer” (Ap. 12:2), y nació el Estado Israelita.
ISRAEL PROCLAMADO ESTADO
En el mes de noviembre en 1947, en el seno de las Naciones Unidas, se tomó la resolución más increíble de todos los últimos 19 siglos: Que al pueblo Judío, quien por ese mismo número de siglos había estado esparcido entre todas las naciones de la tierra, se le reconociera una porción en la Palestina (nombre que se le dio a la Tierra de Israel maliciosamente por el emperador romano Adriano en el año 135 EC, como forma de borrar por completo toda memoria Judía), para establecerse como un Estado. Por cierto que entre las ironías más grandes en la historia contemporánea quedó el innegable hecho de que Rusia, uno de los enemigos más poderosos de Israel, fue el instrumento principal en favor de que se aprobara la resolución aludida, siendo esto una prueba irrefutable de que Dios puede mover a las naciones como a Él le place, para que Su Palabra se cumpla.
El día 14 de mayo de 1948, basados en la resolución ya tomada por las Naciones Unidas, el pueblo Judío que habitaba ya en la Tierra Santa, atraído por el movimiento sionista de los 50 años anteriores, declaró su Independencia y el renacimiento increíble del “reino” (Hch. 1:6), nombrando al naciente Estado con el título original de su antigua historia: ISRAEL.
Dios os bendiga, es mi oración y mi deseo».