“Y morarán en ella, y nunca más será anatema: sino que será Jerusalem habitada confiadamente (Maranatha)” (Zacarías 14:11).
JERUSALEM: Ciudad de Paz, Morada de Justicia, Monte Santo, Ciudad de Verdad.
Dios les bendiga estimados lectores, hoy les compartimos sobre lo valioso y fundamental que hay en Jerusalem para el mundo, y que el Creador del universo se adjudica como Suya.
Cientos de galaxias compuestas por miles de estrellas en el universo, imposibles de tan solo mirar a plenitud a través de avanzados telescopios al ser humano (Génesis 2:1 & Isaías 45:12 & Nehemías 9:6). Hasta el año 2018 d.C., la estrella más lejana vista a través de un telescopio, estaba a 9,000 millones de años luz del planeta Tierra, siendo que 1 año luz equivale a más de 9 billones de kilómetros. En una galaxia llamada Vía Láctea, en un sistema solar girando alrededor de un sol de fuego inconsumible y de un tamaño espantoso donde el planeta Tierra cabe aproximadamente 1,305,555 veces dentro de él. En este planeta llamado Tierra, de entre todas las naciones de la tierra (193 oficiales ante la ONU), en una: Israel, se encuentra la “Ciudad de Dios”, y es nada menos que JERUSALEM. “Grande es el Señor y digno de ser en gran manera alabado, en la Ciudad de nuestro Dios, en el monte de Su santuario. Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra es el monte de Sión, a los lados del aquilón, la Ciudad del Gran Rey” (Salmos 48:1-2). El Señor dijo: “No juréis en ninguna manera…: Ni por Jerusalem, porque es la Ciudad del Gran Rey” (Mateo 5:34-35).
Una profecía que llamaría la atención de toda la humanidad ocurre en el siglo XX:
“... y Jerusalem será hollada de las gentes (por 1897 años), hasta (la reunificación en el año 1967) que los tiempos de las gentes sean cumplidos” (Lucas 21:24).
En el año de 1967, nueve años desde que el Estado de Israel nació (el profeta Isaías 66:8 lo dijo en el siglo VIII a.C. & en Hechos 1:6 en el 1er siglo d.C.), empezaban a sonar las palabras del Señor dichas en el Evangelio según Lucas: “Y Jerusalem será hollada de las gentes, HASTA…”.
Cuando los Judíos recibieron su tierra de Israel, podemos estar seguros que ellos anhelaban la Ciudad Antigua de Jerusalén, la Ciudad de David, la Ciudad del Gran Rey, mas aún no era el tiempo.
Pero de pronto sucedió el milagro de que el momento de volver a su amada Ciudad se cumplía, pero aún no lo sabían. “La Guerra Milagrosa de los Seis Días” es apodado este suceso que hizo historia una vez más en el mundo entero. La función de la palabra “hasta” (Lucas 21:24) que el Señor (en el primer siglo) y el profeta Daniel (en el siglo XII a.C.) profetizaron se cumplía. En esta guerra Israel se enfrentó con tan solo 50,000 soldados y 197 aviones a 5 naciones árabes: Egipto (240,000 soldados), Siria, Jordania, El Líbano e Iraq (307,000 soldados, 957 aviones de combate y 2,507 tanques de guerra). Donde pudimos ver la mano del Dios de Israel que obró en una manera sorprendente, pues no solo ganaron la guerra enfrentando a una multitud imposible de vencer (humanamente hablando), sino que reconquistaron la Ciudad Amada de Jerusalem. La Ciudad vuelve milagrosamente a manos de sus legítimos dueños en el año de 1967, “para nunca más volverla a dejar”.
Las palabras del profeta Zacarías se repetían en los labios del pueblo Judío:
El Jefe Rabino, Shlomo Goren, dijo:
“Hemos regresado a Jerusalem, nuestra Ciudad amada, para nunca más volverla a dejar”.
Jorge Borges:
“En las ciudades del infiel, en las Juderías, en los ocasos, en los sueños, en la nostalgia de aquellos que anhelaron Jerusalén junto a las aguas de Babilonia. Y otra cosa no eras Israel, sino esa nostalgia, esa voluntad de salvar entre las inconstantes formas del tiempo tu viejo Libro mágico, tu soledad con Dios. Así, la mas antigua de las naciones es también la mas moderna”.
Motta Gur, líder de la brigada de paracaidistas de reserva, 1967:
“¡El Monte del Templo está en nuestras manos, el Monte del Templo está en nuestras manos!”
“Hemos reunificado Jerusalén, la capital dividida de Israel. Hemos regresado al lugar más sagrado de nuestros santuarios, para no separarnos de él nunca más.
Moshé Dayan, junio 1967.
Aproximadamente en el siglo X a.C. el Rey David dijo de Jerusalem:
“Su cimiento es en montes de santidad. Ama el Señor las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob.
Cosas ilustres son dichas de ti, Ciudad de Dios”
(Salmos 87:1-3).
Sobre esta ciudad está dicho, no sólo orar por su paz, sino que “serían prosperados los que te aman” (Salmos 122). Y al orar por su paz, una paz completa, incluimos el regreso del Mesías, porque Él es la paz.
Hay quienes han estado en esta hermosa ciudad y la han amado, pero también hay quienes no lo han estado y también la aman al encontrar la sana doctrina y el sentir correcto en la Palabra del Señor.
El Profeta Nehemías en el siglo V a.C., la llama “Ciudad Santa” (11:1). Por su parte, Isaías también dice: “La Santa Ciudad…” (48:2 & 52:1).
El Rey Salomón (en el siglo IX a.C.) edificó en Jerusalén, sobre el Monte Moriah, el Primer Templo (1 Reyes 6:1), en el lugar donde su padre David hizo un altar al Señor (1 Crónicas 21:19 & 2 Samuel 24:18), 480 años después de que el pueblo Israelita saliera de la esclavitud en Egipto. El mismo lugar donde el patriarca Abraham en el siglo XX a.C. sería probado por Dios (Génesis 22:2).
Del Monte Sión, la Ciudad de David, en Jerusalén, es de donde trasladan el Arca del Pacto hacia el Monte Moriah, ahí mismo en Jerusalén.
El profeta Ezequiel en el siglo VI a.C. dice de esta Ciudad: “tierra que fluye leche y miel, la cual es la más hermosa de todas las tierras” (20:6). Dios mira todo lugar, pero en especial tiene a esta Ciudad, pues dice el maestro Moisés, autor del libro Deuteronomio en el siglo XIV a.C.: “tierra de la cual el Señor tu Dios cuida: siempre están sobre ella los ojos del Señor tu Dios, desde el principio del año hasta el fin de él” (Deuteronomio 11:12).
“Bendito de Sión el Señor, que mora en Jerusalem. Aleluya” (Salmos 135:21). “Alaba al Señor, Jerusalem; alaba a tu Dios, Sión” (Salmos 147:12).
Hoy estamos viendo en parte una de las últimas profecías antes del regreso del Dios de Israel, la cual es terrible: “Y será en aquel día, que Yo pondré a Jerusalem por piedra pesada a todos los pueblos: todos los que se la cargaren, serán despedazados, bien que todas las gentes de la tierra se juntarán contra ella” (Zacarías 12:3).
Mas también los fieles del Señor que invocan Su Nombre están en pie (Joel 2:11): “Sobre tus muros, oh Jerusalem, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que invocáis al Señor, no ceséis, ni le deis tregua, hasta que confirme, y hasta que ponga a Jerusalem en alabanza en la tierra” (Isaías 62:6-7).
“ALEGRAOS CON JERUSALEM, Y GOZAOS CON ELLA, TODOS LOS QUE LA AMÁIS…” (ISAÍAS 66:10).